Todo empezó con una maleta gigante, un mapa de Europa…
Y UNA NIÑA QUE CREÍA
QUE LOS AVIONES
ERAN ASCENSORES.
¿Quién te ayuda a crear el viaje de tu vida? Spoiler: yo
Hola, soy Alejandra. Y aunque hoy diseño viajes que se cuentan una y otra vez, todo empezó cuando tenía 8 años, con una maleta más grande que yo y un mapa de Europa entre manos. Mi primer gran viaje duró seis meses y pasó por cinco países. Desde entonces, supe que lo mío no sería una vida en un solo lugar.
(También creía que el mundo era un edificio gigante y los aviones, los ascensores. Hay teorías peores, ¿vale? 😅)
A los 16, me adentré en la selva venezolana para convivir con una tribu y ayudar en la vacunación contra la malaria. Caminamos entre árboles imposibles, aprendimos palabras que aún recuerdo —salemares, por ejemplo, que significa “remo”— y confirmé lo que ya intuía: viajar transforma.
Y desde entonces, no he parado.
Con 68 países en la maleta (y al menos 60 más en mi lista de cosas que ver anter de morir), no tengo un lugar favorito. Cada destino me sorprende a su manera. En otros lugares, fueron las personas. O un plato callejero que no sabía si me haría feliz o me dejaría buscando urgentemente una farmacia.
Es esto:
🧭 Tengo intuición viajera. No es brujería, pero casi.
Sé leer el alma de un destino y adivinar cuál es el plan perfecto.
📚 Soy tu guía. No vendo paquetes. Creo momentos inolvidables. Cada recomendación viene de mi experiencia (y de haberme subido a cosas como: barcas de plátano, camiones sin frenos, rickshaws que chirrían como si hablaran, y un tren que tenía más gallinas que pasajeros). Todo para que tú solo tengas que preocuparte de disfrutar.
🎒 Desde 2004, trabajo como agente de viajes. He pasado por tres agencias y cientos de clientes felices.
Y sí, me titulé oficialmente, pero lo que más me ha enseñado son las calles de la India, los caminos de China y las conversaciones con desconocidos que acaban en cenas inolvidables.
🌍 Soy española, vivo en Tenerife, importada de Venezuela, y políglota de supervivencia. Lo primero que aprendo al llegar a un país es: “hola”, “por favor” y “gracias”. Me encanta observar a la gente, ver lo que nos une y lo que nos hace únicos.
Y si tú estás aquí, no creo que sea casualidad.
Tal vez estés soñando con ese viaje que se te resiste.
O tal vez estés deseando que alguien, por fin, lo entienda todo sin que tengas que explicarlo mil veces.
Pues bien. Yo ya estoy aquí. Lista para ayudarte a convertir ese sueño en una historia que quieras contar… una y otra vez.
¿Y sabes qué es lo mejor de todo esto?
Que todas estas aventuras no las viví solo para mí.
Cada historia, cada susto divertido, cada “esto no estaba en el mapa” me sirve hoy para ayudarte a vivir la tuya.
A tu manera. Sin estrés. Con magia.
No se trata solo de viajar, sino de recordar.
De volver con algo más que souvenirs.
Con anécdotas que contar, con lugares que te cambian,
con esa sensación de: “esto lo quiero repetir”.
Y sí, se puede.
¿Te vienes?
(Algunas historias que
no cuentan las fotos)
Estas historias no fueron casualidad…
Forman parte de nuestra vuelta al mundo: 1 año, 20 países, 6 continentes.
Muchas ocurrieron porque decidimos viajar Sin plan. Sin mapa. Improvisando cada paso.
Lo mío es organizar hasta el último detalle —es lo que llevo haciendo desde 2004 como agente de viajes—
pero esa vez… quise probar cómo era dejarme llevar.
Hoy, con el tiempo justo y la experiencia a cuestas, sé que un buen itinerario no quita magia… la multiplica.
Por eso diseño viajes con alma, con sorpresas bonitas… y con cada detalle pensado para ti.
🧳 Dormir en un aeropuerto solo para nosotros en Corea del Sur
El plan era volar a la isla de Jeju desde Seúl. El error: Pensar que el aeropuerto nunca cerraba. Y, sí que cierra (ya lo dice el refrán: en casa de herrero, cuchillo de palo).
Nos escondimos. A las 2 a.m. nos descubrieron unos guardias coreanos con cero inglés y cara de “¿qué hacéis aquí?”, llovía a cántaros, sin transporte público y no hablábamos el mismo idioma. Pero al final, nos dejaron dormir… con la condición de no movernos de las sillas, y acabamos durmiendo vigilados en un rincón como dos náufragos con mochilas.
Aquel viaje fue una locura maravillosa.
🚀 Autoestop en Borneo
Lo recorrimos todo así. A dedo. Sin GPS.
Y una fe ciega en que alguien,
en algún punto, nos llevaría.
El único día que nadie paró, terminamos caminando junto al río Kinabatangan, rodeados de selva y sin idea de adónde íbamos. Hasta que apareció un longhouse (palafito de bambú) perdido entre árboles y un par de lugareños nos ofrecieron llevarnos en barca a ver cocodrilos. Vimos decenas de aves exóticas, lagartos monitor, monos narigudos, elefantes pigmeos, serpientes y orangutanes… de todo, menos cocodrilos😂
🙏 India: choque cultural, bindis y una lección de vida
Hermosa. Intensa. Caótica. Desafiante.
La amé. La sufrí. Y quiero volver.
En Rishikesh, conocimos a Shyam, un señor que vendía bindis (los puntitos que se ponen en la frente). Era la persona más pobre… más feliz y generosa que hemos conocido. Si vendía, bien. Si no, también. Pero el siempre nos invitó un chai (té) cada día. Nos enseñó más que muchos libros. Fuimos a Varanasi por él, y allí entendimos lo sagrado, lo efímero y lo eterno.
🦁 Frontera tensa y los Big Five en Kenia
Un viaje en guagua (como decimos en Canarias) nos llevó de madrugada al corazón de un conflicto armado en la frontera con Somalia. Nadie hablaba, todos bajaban nerviosos… menos nosotros, los únicos mzungus (extranjeros) que esperamos disparos en cualquier momento. Aprendí que en África todo puede cambiar en un segundo. Incluso, una oferta de última hora para un safari y ver los cinco grandes (leones, elefantes, leopardo, rinoceronte y buey), y la gran migración anual, donde millones de ñúes y cebras se desplazan desde el Masai Mara hacia el Serengueti
en busca de pastos verdes.
Fue como vivir dentro de un documental!
🚂 26 horas de viaje en tren sin asiento y sorprendidos por los chinos
El tren de Jiuzhaigou a Xi’an, fueron 26 horas de pie porque no conseguimos reservar asiento (sí, pretendíamos viajar de pie 26 horas). Pero los chinos compartieron todo con nosotros entre señas y sonrisas: no sólo sus asientos y su comida, también nos enseñaron a contar (que nos sirvió días más tarde para regatear en Shanghai como locales), compartimos canciones de moda y hasta compartieron sus historias. Hoy en día la misma ruta se hace con tren de alta velocidad en sólo 4 horas.
Pero, ¿sabes qué?
No cambiaría esas 26 por nada.
👶 Piojos, sonrisas y autobuses viejos
en Nepal
Desde India, cruzamos la frontera por el norte hacia Nepal por Sonauli, con el sueño de ver el techo del mundo, el Everest.
En el camino, una mamá nos dio a su hija para que la cuidáramos durante el trayecto porque ella iba de pie con una cabra. Yo solo pensaba: “Tiene piojos la nenita. Pero que bonita es…”
Tus fotos quieren contar historias increíbles.
(Y no tienen que incluir piojos, cocodrilos o trenes sin asiento 😅)
Viajar no es solo cambiar de lugar.
Es cambiar la forma en la que ves el mundo.
Y si algo he aprendido después de 68 países…
Es que cada viaje cuenta una historia.
La tuya puede empezar con una idea.
Y terminar con una foto que sí lo cuente todo.
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